Recordaremos las lágrimas de un campeón soñando con su afición
De vez en cuando, muy de vez en cuando, todo
se afina como por arte de magia. Es como si los planetas se alinearan y
crearan una rara situación en la que Murphy y su ley se pueden ir al
garete. Por alguna extraña razón, las victorias de Fernando Alonso en
Ferrari parecen tener que ser agónicas y casi épicas. Pero así se
disfrutan más. El pasado fin de semana en Valencia fue un bonito
recuerdo que millones de aficionados no olvidarán nunca. Y Alonso,
tampoco. Así nacieron sus lágrimas de campeón.
Remontar no es fácil. Pero Alonso tenía varios ases en la manga.
Quedar undécimo el sábado, por ejemplo, fue el primero. De haber sido
décimo, habría pasado a la tercera tanda clasificatoria, pero si las
cosas no hubieran ido bien ahí, habría gastado un juego nuevo de
neumáticos en balde. Al quedarse en la segunda tanda, Alonso contaba con
esa ventaja. Pero si con algo contaba también era con su talento: y esa tarde calurosa iba a derrocharlo a raudales. Esta es una historia que dentro de muchos años podremos presumir de haberla vivida en directo.
LA HISTORIA QUE CONTAREMOS
Era una tarde de sol típicamente mediterránea. Piscinas azules en las
azoteas, calor inaguantable en los habitáculos y nervios en los muros
de boxes. Valencia estrenaba el verano haciendo honor a su calidez, y el
Gran Premio de Europa iba a comenzar con miles de aficionados y
admiradores de Fernando Alonso
apiñados en las gradas, a pleno sol. Pero el sábado fue otra decepción
para Ferrari, incapaz de ser igual de rápido que sus rivales: los dos
coches rojos se quedan fuera de la última tanda. Llegan los comunicados
de prensa a la redacción: "En Valencia es imposible adelantar",
se cansan de decir pilotos, jefes de equipos e ingenieros de casi todas
las escuderías que afrontarán esta carrera urbana. ¿Qué más puede
desmoralizar?
Justo antes de meterse en su coche, Alonso no da un duro ni por el
podio. ¿Y quién sí? Los semáforos rojos son como soles incendiados
esperando dar la salida a veinticuatro guerreros del asfalto. Las gradas
también son rojas, y también van a incendiarse de gritos. Cuando se da la salida Alonso hace honor a su fama y busca huecos imposibles,
entre muros de cemento y de coches que, a ambos lados, tratan de
impedir que se escape. Pero no lo consiguen: el pelotón llega a la
séptima curva y Alonso ya ha recuperado, a base de pelear goma contra
goma, tres posiciones. Es octavo y saborea los puntos. Pero la carrera
sólo ha comenzado.
PELOTÓN DE COCHES LENTOS
Un Force India no debería ser un gran problema para el F2012 de
Alonso; pero la potencia del motor Mercedes hace maravillas en las manos
de Nico Hulkenberg
y Fernando tiene que emplearse a fondo. Diez vueltas más tarde, tras un
espectacular exterior en el codo al final de la recta posterior, Alonso
por fin se deshacía de él con firmeza. Kimi Raikkönen
era el siguiente objetivo; pero esta vez iba a ser el equipo de
mecánicos en boxes quien iba a realizar el adelantamiento gracias a una
buena estrategia en la vuelta decimosexta: el español se reincorporaba a
la pista justo por delante del Lotus, y el finlandés intentó aprovechar
los neumáticos más fríos del de Ferrari para devolverle la pasada. Pero
Alonso resistió perfectamente y puedo aguantar. Y aunque Alonso había
ganado una posición respecto al Lotus, su parada (más prematura que la
de otros equipos) le había mandado al noveno lugar en la pista. Eso
significaba que tenía que adelantar a pilotos que, aunque estaban
luchando por posición contra Alonso, en realidad iba a estrategias
ligeramente diferentes y le podían hacer perder un tiempo valioso.
Deshacerse de ellos de la manera más rápida posible era crucial para
continuar con la remontada.
El tapón de coches con neumáticos duros, encabezado por Michael Schumacher, podía desesperar a cualquiera. Schumacher,
Senna y Webber estaban reteniendo al español. Pero Alonso consiguió
adelantar por fuera, nada más y nada menos, que al Red Bull Racing del
australiano en la frenada segunda curva. Una maniobra espectacular que
le llevaría, en la siguiente vuelta, a enfrentarse contra Senna, a quien
adelantaría también por fuera con precisión y coraje. Y por si fuera
poco, el recital de pilotaje de Alonso se completó con una pasada a Michael Schumacher:
Alonso se pegó al alemán en la recta principal y tomó la parte exterior
de la primera y rapidísima curva a derechas hasta llegar a la segunda
curva por la parte buena, pisando el exterior del bordillo. Fernando
“sólo” tuvo que aprovechar la trazada para atacar el ángulo y salir con
mejor tracción hacia la siguiente curva, en la que se metió por el
interior. Aunque Michael se defendió, no pudo con el Ferrari, cuya
estrategia era ganadora. Fernando había conseguido minimizar la
pérdida de tiempo que este tapón le habría podido imponer y que habría
acabado con sus posibilidades. Quedarse bloqueado en ese pelotón habría sido muy peligroso, como vimos con el toque entre Kobayashi y Senna.
Fernando Alonso persigue al Force India de Nico Hulkenberg.
ALONSO LLEGA A LA CABEZA
Alonso era quinto por detrás del Force India de Di Resta.
El adelantamiento, en la curva de entrada al puente, fue fácil porque
el escocés rodaba muy lento y aún no había cambiado sus neumáticos. La
cuarta posición empezaba a ilusionar realmente a la grada.
El problema era que por delante empezaban a aparecer rivales directos por el mundial, hombres tan combativos como Hamilton o Vettel; Grosjean era un invitado de lujo dispuesto a demostrar su valía y la del E20 de Lotus. Las posiciones ya eran "reales" y luchar por ellas iba a ser más caro que nunca.
LA INJUSTICIA DEL COCHE DE SEGURIDAD
Fue entonces cuando la carrera de Vettel, líder indiscutible, se
hipotecó seriamente: el toque entre Vergne y Kovalainen, en la vuelta
vigésimo octava, iba a provocar la salida del coche de seguridad.
Sebastian había acumulado una valiosa ventaja de más de veinte segundos
respecto al segundo clasificado (Grosjean), medio minuto respecto al
tercero (Hamilton) y treinta y cuatro segundos respecto al cuarto,
(Alonso).
Y, de repente, por suciedad y restos en la pista, veía cómo todo su
esfuerzo no servía para nada ante la decisión de la dirección de
carrera. Una decisión que ha sido ya criticada por Helmut Marko,
que ha dicho que sospecha que se tomó para reagrupar al pelotón y darle
emoción a la carrera. ¡Increíble deducción la del Doctor! Y es que
llevamos años y años criticando la excesiva presencia del coche de
seguridad en las carreras, que se puso de moda especialmente a
principios de este siglo: en cuanto alguien se salía de la pista,
aparecía este invento llegado de Norteamérica para acabar con las
interminables ventajas de los líderes de la carrera; era la única manera
de dar espectáculo en cabeza, en vez de sacar la tradicional bandera
amarilla en el sector afectado.
Y esta vez, aunque benefició a Alonso, también estamos de
nuevo en contra: sacar una bandera amarilla en la zona afectada hubiera
sido suficiente. Pero en defensa de los comisarios de pista,
que al fin y al cabo se juegan la vida saltando al circuito, todo se
justifica. Y no somos quienes para negarlo. En cualquier caso, la debacle de McLaren empezó en boxes,
no con el coche de seguridad: a pesar de haber estado ensayando a
conciencia todo el fin de semana, de nuevo un error de su equipo dejó a
Hamilton con la boca abierta: había perdido la posición respecto a
Alonso por un fallo en el gato.
PILOTAJE Y UNA PIZCA DE SUERTE
Cuando el coche de seguridad se retiró, Alonso (especialista en este
tipo de arrancadas) se pegó al Lotus de Grosjean en la recta principal.
Al igual que hizo en el adelantamiento de Schumacher, se abrió en la
primera curva para llegar a la segunda rozando el piano exterior. Pero esta
vez incluso llevaba más velocidad y pudo realizar un impresionante,
sobrecogedor y precioso exterior en el que casi se toca con el piloto
nacido en Suiza.
La segunda posición era un sueño hecho realidad a base de una buena
estrategia del equipo, una pizca de suerte con el coche de seguridad y,
sobre todo, adelantamientos al límite, pero siempre maduros, nada
alocados, con toda la sabiduría que un bicampeón mundial es capaz de
regalar. Un recital que ha llenado la videoteca de nuestras maniobras
favoritas. Y no fue el único: Räikkönen y un buen número de
arriesgados pilotos nos divirtieron en el pelotón con adelantamientos
preciosos que en la mayoría de los casos no terminaron en accidente,
sino en maniobras para recordar.
Pero desgraciadamente Alonso no alcanzó la primera posición de esa
manera. Fue un fallo en el alternador del motor Renault del RBR lo que
propició que el coche de Vettel se parara en esa misma vuelta. En
cualquier caso, el ruido de las gradas fue impresionante.
Sebastian Vettel abandonó; Alonso heredó el liderato.
EL ÁNGEL DE LA GUARDA DE ALONSO
Pero aún quedaba mucha carrera, y el fantasma de Canadá planeaba
sobre los neumáticos de Alonso. Grosjean realizó una carrera
impresionante que podría culminar en un adelantamiento al español.
Hamilton y Räikkönen tampoco andaban muy lejos. Aunque Alonso tenía buen
ritmo (marcó varias vueltas rápidas en esos compases), no conseguía
quitarse completamente de encima a Grosjean. Y entonces, como si una
fuerza extraña estuviera protegiendo a Alonso, el pobre Romain sufrió
una avería en la vuelta cuarenta que terminó por arruinar un gran
trabajo. Alonso volvía a respirar algo más cómodo, pero la amenaza ahora
se llamaba Hamilton (a cuatro segundos de distancia).
Y entonces Hamilton supo lo que sintió Alonso en Canadá, quince días antes: a cuatro vueltas del final sus neumáticos dijeron "basta”.
La caída de rendimiento le convirtió en presa fácil para Räikkönen y le
puso a tiro de piedra de Maldonado. El venezolano pudo haber conseguido
un bonito podio, pero la cabezonería de Hamilton echó todo por tierra.
Siempre es digno de alabanza la defensa de una posición con uñas y
dientes, pero arriesgar todo el trabajo del fin de semana cuando
claramente los neumáticos han desaparecido es, si se nos permite y con
todo el respeto, algo inmaduro. Y las consecuencias pueden ser
dramáticas: el toque entre ambos era completamente evitable. Son
diferentes formas de entender las carreras: Alonso en Montreal prefirió
no oponer mucha resistencia cuando sus neumáticos se desintegraron a
pocas vueltas del final; Hamilton no. La diferencia: Alonso se llevó diez puntos; Hamilton, ninguno.
HAMILTON VUELVE A LAS ANDADAS
La lectura del accidente entre Hamilton y Maldonado a dos vueltas del final es, como siempre en estos casos, delicada.
Maldonado sabía que Lewis tenía los neumáticos acabados, pero no
conseguía adelantarle en las rectas. Así que se emparejó con él y trazó
por fuerza la curva; Hamilton, cerrando el interior, tuvo que abrirse
hasta los pianos, sin dejar espacio al venezolano. Este, en vez de
trazar recta la chicane (como suelen hacer los pilotos en estos casos)
prefirió intentar mantenerse sobre la pista y trazar el ángulo por
dentro del asfalto, así que no cedió terreno. Hamilton quizá no se
esperaba que Maldonado siguiera intentando trazar la curva, y no le dio
espacio suficiente; el toque era inevitable.
La penalización de la FIA a Maldonado es, cuanto menos, curiosa:
según ellos, Pastor se salió de la pista y se reintegró provocando el
toque. ¿Entonces es preferible que un piloto se salte una
chicane completamente recto para adelantar, en vez de pisar los pianos y
seguir el trazado real del circuito para luchar por la posición? ¿Por qué Hamilton no le dio espacio para evitar que se saliera? Como siempre en estos casos, cada uno tiene su opinión.
Hamilton y Maldonado en paralelo en la recta principal.
LÁGRIMAS DE CAMPEÓN
Por delante Alonso sabía que todo detrás de él estaba controlado. Iba
a ganar, y lo iba a saborear como nunca: segunda victoria en su país,
delante de su afición. Y primera vez que un piloto español gana el Gran
Premio de Europa en su país. Por su parte, pasito a pasito (y también
realizando adelantamientos bonitos) Michael Schumacher fue subiendo posiciones. Él completó un bonito podio de campeones, de veteranos; un podio como de otra época en el que Andrea Stella se debió de sentir algo confuso.
Alonso, primer piloto en repetir victoria esta temporada, ha hecho
historia. Las imágenes frente a la grada tras cruzar la línea de meta ya
forman parte de nuestros recuerdos automovilísticos. No recordaremos el
calor, ni el sudor, ni el sofocante agobio del mediterráneo…
Recordaremos las lágrimas de un campeón soñando con su afición. Porque
hoy nada fue un espejismo.