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miércoles, 27 de agosto de 2014

Viruta: En Mercedes se van a tener que sentar a negociar, o el tema les pué dar en la cara… a todos. ¡¡¡Niki, pon orden, hombre, que el tema se nos va de madre!!!

Vayados

Usar la bandera a cuadros para jugar al ajedrez


Un juego dentro de un juego. Un endiablado damero maldito que tiene envenenados a los rectores del equipo que tiene todas las papeletas para llevárselo todo y en el que el vocablo "McLarendosmilsiete" suena como cuando en la película Psicosis empiezan a escucharse los violines chirriantes esos, ñic-ñic-ñic, chan-chan-chaaaaaaan.
Lauda se pone colorao de sólo pensarlo, Totonator se despeina y por las noches, a la hora de la cena, le confiesa a Susie sus dolores de cabeza. Los accionistas del equipo, por ende la marca, se empiezan a inquietar cuando ven por segunda vez consecutiva en lo más alto del podium a Dan El Sonrisas, con una victoria menos que el líder de la contienda. En Brackley aterra que por una guerra interna puedan perder uno de los mundiales más currados y costosos de los últimos años. Se han gastado una buena pasta en inversiones varias y su apuesta merece un premio acorde, pero este domingo pasado, lo que tenía que haber sido un 1-2 en el podium con sus dos chicos en lo más alto, al final fue un segundo y un cero patatero. Con un coche que les calzó una currutaca de dos segundos al resto, ambos tenían potencial para doblar a casi toda la parrilla y en lugar de traer a casa 43 puntos tan sólo jatrincaron 18. Obviamente Wolff decía que esto resultaba inaceptable y el chillerío que tuvo que montar Lauda con ese inglés que habla con acento de Viena fue directamente ininteligible, pero el tono fue cualquier cosa menos agradable; gruñidos propios del orco más feo de todo Mordor.
La causa de todo este jaleo, y queda ya poco por explicar, es que Nico y Lewis acaparaban la primera fila de la parrilla en Spa. El inglés se adelantó, a Nico no le gustó, y acabaron tocándose con pinchazo para el inglés que no se recuperó y acabó abandonando. El dedo acusador apunta a Rosberg, líder de la tabla de pilotos, que para su fortuna pudo seguir en pista sin mayores desperfectos en su W05. Él ganó, pero su equipo no. Para rematar la faena, fue abucheado en el podium, algo que no está bonito, pero muestra a las claras que a los presentes no gustó la jugada; hay que ganar de manera limpia y esto, sin ser sucio, fue indebido y no agradó a casi nadie.
El problema básico es que estos dos son compañeros de equipo y si chungo es para una escudería que lidera el que uno de sus coches abandone, peor es que abandonen los dos, y de traca es que lo hagan por haber chocado entre sí, y esto estuvo a punto de ocurrir el domingo pasado. Se pongan como se pongan, los pilotos son empleados de los equipos, y son los equipos los que han de poner en situación a los carreristas, y éstos, obedecer a las órdenes de la parte contratante. Se sabe que con anterioridad Rosberg las ha acatado con resignación pero con obediencia demostrada cuando le han dicho eso de 'párate los pies, que te necesitamos ahí', pero de Lewis no se puede decir lo mismo y se las tiende a pasarpor la huevera. Son amigos, o al menos lo eran, aunque se puede afirmar sin espacio al error que son dos espíritus distintos.
Rosberg es amable con los componentes de la escudería, es bienvenido, y tiene amigos desde hace años en el seno de la formación. Habla cinco idiomas y es un relaciones públicas nato; sabe que esto forma parte de su trabajo y parece disfrutar de ello. Lewis no es un ogro, pero es más desenfadado, más visceral, más primario y muestra de ello no es sólo que a veces se pasa las órdenes de equipo por donde aquello, sino que tiene la fea costumbre de irse a los medios de comunicación, especialmente a la todopoderosa prensa británica, a llorarles cuando ve que no consigue nada dentro del camión de su equipo. Lo hizo cuando se enfrentó a Alonso en McLaren y lo hace ahora, lo que parece ser la pista clara de que los tornillos de la olla a presión de Mercedes están empezando a ceder. Lewis ni hace bien ni mal en echar mano de sus recursos; lo quiere todo, lo quiere ya, y no se corta a la hora de hacer lo que sea, pero este comportamiento va muy poco en línea con el espíritu de Mercedes.
Nada haría más felices a los de Sttutgart que un alemán fuera el Campeón, pero se arrancarían una pierna antes de verse en el ojo de un huracán mediático acusados de emputecer a un británico. Esto no va a ocurrir porque no puede ocurrir, a pesar de que el Campeón de 2008 esté en proceso de negociación de su renovación contractual y haya echado en la mesa eso de 'o me dejáis hacer, o me piro, que los de Honda están mu pesaitos con el Whatsapp'.
¿Y entonces que va a pasar de aquí a fin de año? Negociación. Eso es lo que va a ocurrir.
Poner a uno de ellos como favorito cuando los dos tienen opciones serían envenenar las interioridades de la formación, así que esto no se puede hacer... pero tampoco se les puede dejar poner en juego los resultados y que ocurra un 'McLarendosmilsiete'. Aquello enseñó una lección a todos: necesitas estar por encima de los chicos o se puede ir todo al carajo. El qué y el cómo puede variar, pero será así: "chicos, el que mejor lo haga en el cualifáin será el líder del equipo", o "el que primero llegue a la vuelta diez, elige parada" o "lo que sea, pero que se lo gane cada cual sobre el asfalto y al que provoque una piña entre compañeros lo capa Lauda con una motosierra", vaya a pasar como cuando Senna y Prost se atizaban. Así cada uno podrá luchar libremente y trabajar para sí mismo sin dejar de hacerlo para el conjunto.
No hay otra manera, tendrán que hacerlo así, o los dos se pueden ir al cuerno con un Ricciardo que cuenta con todo el apoyo de Red Bull y un Vettel que anda quejoso de su coche pero mejora. Claro, el australiano mira parriba, y dice frotándose las manos, "pelea, pelea... me encanta". El resto de la parrilla sonríe, y mira —como Bottas— qué se pueden llevar al coleto en esta trifulca interna.
"Que llevo puntos, oigaaaaaaa, que lleeeeevo puuuuuuntossssssss. Quieeeen los quiere..."

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