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martes, 9 de septiembre de 2014

Rosberg, Hamilton, Mercedes y una historia ficticia de sanciones en Monza



La Fórmula 1 enseña a cualquiera a pensar mal. O al menos a desconfiar de casi todo lo que se ve. La complejidad de cada uno de sus recovecos beneficia a quien mira más allá, a quien busca la línea entre lo legal y lo ilegal, a quien sabe esconder o disimular mejor que los demás.

En el Gran Premio de Italia se ha producido una de esas circunstancias de la Fórmula 1 difíciles de describir. O no tanto. Lewis Hamilton ha salido desde la Pole Position, pero con escaso acierto a causa de un problema electrónico, así que su compañero Nico Rosberg ha tomado la delantera, mientras que Hamilton ha caído hasta el cuarto puesto para iniciar una sosegada pero implacable remontada. Así hemos llegado a la vuelta 9, cuando el rubísimo Rosberg se ha pasado de frenada al final de la recta de meta, se ha saltado la chicane del Rettifilo y, tras sortear los paneles de corcho dispuestos precisamente para forzar la pérdida de tiempo para quienes aborden la primera Variante con excesivo optimismo, se ha dejado en ese giro casi dos segundos respecto a su ritmo normal y respecto a Hamilton.
Tan sólo una vuelta más tarde, Lewis pasa por meta en la segunda posición tras rebasar a Felipe Massa, e inicia la caza de Rosberg, que espolea su caballería dos segundos más adelante. Los dos W05 pasan por boxes con total normalidad y, a partir de entonces, la supremacía de Hamilton se ha hecho aún más evidente. Cuando Rosberg ha cruzado la meta por vigesimoctava ocasión, su ventaja sobre el potro de Stevenage se había reducido a siete décimas escasas. Apenas 500 metros más tarde, Rosberg ha reincidido en su anterior pifia y ha saltado de nuevo las primeras curvas, y con ellas el liderato de Nico, que ha heredado su inspirado coequipier, a la postre el ganador del Gran Premio con tres segundos de ventaja sobre Rosberg. Hasta aquí los hechos.
Una interpretación buenista terminaría pronto el análisis de lo sucedido: "Nico veía a Lewis cada vez más grande por los retrovisores. Cuando más se le acercaba, Rosberg trataba de frenar un poquito más tarde… y al final se ha pasado". No son palabras de este redactor, sino de Toto Wolff, el jefe del equipo de la estrella, que ha acudido a sofocar las primeras interpretaciones dispares que han fraguado en el paddock durante las horas posteriores a la carrera. "Sólo una mente paranoica podría llevar a cabo una idea así. Si hubiera sido nuestra, ¡habría estado realmente bien hecha!", ha añadido Wolff, que no juzga extraña la insistencia en el error de Rosberg.
Sin embargo, resulta cuando menos curioso que Rosberg se haya pasado de frenada justo cuando empezaba la cuarta vuelta de su segundo stint de carrera, la que muchos pilotos han descrito como la mejor en la vida del compuesto duro de Pirelli que en ese momento montaba el hijo de Keke, en un punto donde previamente ya había cometido un error y sin una amenaza verdaderamente urgente por parte de Hamilton, o al menos no para esa primera curva del veloz trazado italiano.
Cuando el relevo al frente del Gran Premio se ha producido, un oportuno realizador de televisión ha mostrado a Toto Wolff en el muro de boxes, que ha esbozado una mueca a mitad de camino entre la sonrisa y la estupefacción. Un gesto facial no es una evidencia, y sólo algunas veces sirve como indicio, pero hoy no ha venido solo. La expresión de Lewis Hamilton al bajarse del coche como ganador en Monza, sus declaraciones para la prensa, su gesticulación… ha tenido poco que ver con otras celebraciones del piloto británico, a quien ya hemos visto ganar muchos años en situaciones de alta tensión respecto a su compañero de equipo. ¿Por qué no hacemos, al menos, un ejercicio de desconfianza?

UNA HISTORIA ¿FICTICIA?
Nuestra hipótesis parte de un equipo con la directiva públicamente enojada por las escaramuzas en pista entre sus dos pilotos, a quienes tratan de calmar en la lucha sin cuartel que, entre sí y de forma casi exclusiva, libran por la consecución del título mundial.

En los días previos al Gran Premio de Italia, los pilotos y sus jefes se reunieron al menos en dos ocasiones para discutir específicamente el toque entre Rosberg y Hamilton en el Gran Premio de Bélgica. Lo que trascendió de esas reuniones es que el equipo culpabilizaba a Rosberg del toque con su compañero y que, por tanto, iba a imponer medidas disciplinarias para hacer justicia, evitar cualquier revancha y, sobre todo, inhibir a ambos pilotos para que no se repitiese una situación como la vivida en Spa, que terminó con enfados monumentales y, todavía más importante, una importante sangría de puntos y una victoria de Red Bull. Nada de eso encaja ni por asomo en la 'filosofía Mercedes', como la llama Toto Wolff, y que consiste en ofrecer una imagen pública del equipo compatible con la retahíla de campañas comerciales que vincula al equipo Mercedes de Fórmula 1 con tecnología y triunfos, pero también con juventud y 'buen rollo'. No son pocos los anuncios en los que Hamilton y Rosberg aparecen juntos en jovial competencia y montados en un coche con la estrella por delante.
La insistencia de la prensa por conocer cuál iba a ser el castigo para Rosberg sólo provocó la cerrazón de la directiva, que primero amagó con desmentir la 'multa' a Nico a través de la persona de Niki Lauda, el presidente no ejecutivo del equipo. El tricampeón austriaco, muy en línea con sus últimos sucedidos públicos –sus declaraciones sobre Ferrari, McLaren y sus coches "de mierda"–, primero trató de "intolerable" el incidente entre Rosberg y Hamilton, para negar unos días más tarde, con una dicción ligeramente trastabillada, que existiese ninguna reprimenda para Rosberg. Demasiado tarde:Toto Wolff admitió finalmente que Nico sí pagaría por sus acciones, pero no reveló cómo tendría que hacerlo.
Pues bien, en nuestra historia ficticia, el castigo sería que Rosberg dejase pasar a Hamilton en un Gran Premio y le cediese la victoria que probablemente le arrebató en las Ardenas. De una manera abierta, discreta: no necesariamente tendría que cumplir su 'sanción' en Italia, y tendría que hacerlo sin levantar sospechas, como el perfecto hombre de equipo que Rosberg trata de ser –una parte significativa de su estrategia para ganar pasa precisamente por superar a Hamilton en este ámbito–. En sus conversaciones, que imaginamos libremente en nuestra fábula, se puso sobre la mesa que con seguridad se repetirían las situaciones de dominio 'mano a mano' en los Grandes Premios restantes, y que Rosberg encontraría la forma de cederle el liderato a Hamilton para pagar su deuda moral.
En Monza, la situación no parecía del todo propicia, con un Hamilton víctima de un fallo electrónico en su montura. Si el británico no hubiese remontado con tanta diligencia, Rosberg hubiera tenido que cumplir su castigo en otro Gran Premio. Porque el castigo existe y se ha admitido desde el equipo. Entonces, ¿por qué tendría que ser paranoico pensar que consiste 'devolverle' una victoria a Hamilton? ¿Qué otro castigo impuesto por el equipo sería más justo? ¿No ver las telemetrías de su compañero? ¿Correr lastrado? Lo cierto es que hoy se ha registrado una diferencia de 28,6 kilómetros/hora en velocidad punta entre uno y otro, y a favor de Hamilton, pero no compliquemos la historia: cuando los dos Mercedes se han visto en cabeza y destacados, Rosberg ha pensado que era un buen momento para librarse de su lastre institucional y 'limpiar' su expediente de cara a las próximas carreras. La opinión pública a duras penas podría descubrir la situación, que Rosberg se ha permitido ensayar en la vuelta 9. A fin de cuentas, el alemán tan sólo ha buscado los límites de lo comprobable, como ya hizo con toda probabilidad en la calificación del Gran Premio de Mónaco. Y así, en la vuelta 29, y a pesar de que Hamilton ha frenado más tarde en la chicane del Rettifilo, Rosberg ha pisado el pedal izquierdo con fuerza hasta hacer el amago de bloquear el neumático y soltar el humo correspondiente. Entonces ha aliviado la presión sobre el mentado pedal y ha vuelto a saltar la chicane. El liderato ha pasado a manos de Hamilton y él ha cumplido con sus obligaciones con Mercedes. No por convicción, sino por necesidad y conveniencia. Le quedan 22 puntos de ventaja en el campeonato y muchas carreras para tratar de inclinar de nuevo la balanza de su parte.
¿Les parece rocambolesca toda esta historia? A nosotros también, pero suelen serlo las historias ficticias. Si prefieren las reales, podemos contar aquí el 'Crashgate' de Singapur 2008.
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