Webber recupera la esperanza de Red Bull en un Silverstone que no pierde su magia
Barro, agua, viento, sol… Ingredientes
extraños para un extraño fin de semana. Se mezclan en el ambiente los
gritos de los aficionados enfervorizados y el enfado de los que se
quedaron fuera. Se mezcla el calor de los motores con el frío de unas
instalaciones modernas que no han paliado los verdaderos problemas de
Silverstone: sus alrededores. Han cambiado el asfalto añadiendo algunos
metros, pero se equivocaron: el trazado estaba bien; lo que había que
cambiar era sus accesos. Por eso hoy Silverstone sigue siendo el
infierno de barro.
MARK WEBBER REPITE VICTORIA
Con inteligencia y un gran trabajo de equipo, Mark Webber repite
victoria esta temporada (ganó en Mónaco) con un gran triunfo en
Silverstone. El australiano se aprovechó de una estrategia diferente a la del español, que le permitió llegar a los últimos compases de la carrera con neumáticos mejor conservados,
frente a unos blandos del español incapaces de aguantar las últimas
vueltas. Ferrari intentó aprovechar la velocidad de sus neumáticos al
principio de la carrera para convertir la Pole del bicampeón en una gran
ventaja de segundos acumulados respecto al resto de rivales en los
primeros compases.
Lo logró con casi todos, menos con Mark Webber, que nunca se despegó
lo suficiente como para que la estrategia de Ferrari funcionara. Mark
montó neumáticos de opción al comienzo y usó los primarios al final. Fernando hizo lo contrario: puso los prime al principio y dejó los option para el final.
Cuando Webber se echó encima del español a sólo cuatro vueltas del
final, Fernando asumió su inferioridad y prefirió asegurarse un segundo
lugar que intentar cerrar desesperadamente a un Mark Webber que, tarde o
temprano, iba a sobrepasarle. Gracias a eso logra otro importante podio
que le permite mantenerse líder del mundial y sacar más ventaja a todos
sus rivales; a todos menos al propio australiano de RBR, que está un poco más cerca y se perfila como uno de los aspirantes por el título.
En Ferrari están muy contentos con las mejoras, con la increíble Pole
del sábado e incluso con el cuarto lugar de Felipe Massa (que les coloca
segundos en el mundial de constructores), pero enfatizan en que deben
mejorar la velocidad punta para tener el mejor coche, cosa que aún no
han logrado. Red Bull Racing también está bastante satisfecha: un doble podio que les hace sonreír al recuperarse y volver a probar el champagne.
DECEPCIÓN INGLESA
En McLaren, por el contrario, sí que están de luto: el octavo puesto
de Hamilton y el décimo de Button sin problemas reales sobre la pista
les han decepcionado. Y no es para menos: se alejan de la cabeza en las clasificaciones mundiales (McLaren cae del segundo al cuarto lugar en el de Constructores).
El equipo inglés quería lucirse delante de su público, pero echó en
falta la lluvia y eso chafó sus planes. Tanto Lewis como Jenson
aseguraron que sus respectivos monoplazas iban perfectamente, pero se
quejaron de falta de agarre. Lewis protagonizó una espectacular lucha
con Alonso cuando ambos se enfrentaron sobre la pista. Era un duelo
“irreal”, pues Hamilton todavía no había parado, pero sirvió para que
disfrutáramos de este deporte en toda su magnitud: Alonso le sobrepasó
en la recta de la salida de Arena y el inglés le devolvió la pasada en
Brooklands, pero Hamilton se pasó de frenada y Alonso volvió a superarle
en Luffield delante de la afición inglesa. No es de extrañar que Jenson Button dijera que los Sauber y los Williams eran más rápidos que ellos,
pues incluso lo fueron los Lotus, con dos fantásticos resultados:
Raikkonen quinto (por poco alcanzó a Massa) y Grosjean sexto; eso coloca
a Lotus tercero en el mundial de constructores.
QUÉ QUEDA DE SILVERSTONE
El año pasado no fue la primera vez que Silverstone cambió la
localización de sus boxes: en las dos primeras carreras disputadas aquí
(1950 y 1951), los boxes estaban situados en la hoy desaparecida recta
que unía las curvas de Abbey y Woodcote. Desde 1952 hasta el año pasado
los boxes se localizaron en la recta entre Woodcote y Copse. Han sido
sesenta años encontrándonos con Copse justo después de la salida, y tras
dos carreras con la nueva configuración sigue pareciéndonos extraño
salir de Club y entrar en la meta. En cualquier caso hoy, entre tanto
circuito urbano, nos maravillamos con el Silverstone del siglo XXI. Los
pilotos y los ingenieros no se cansan de ensalzar las características
veloces del primer circuito de la Fórmula 1, donde tuvo lugar la primera
carrera en 1950 que ganó el Alfa de Nino Farina. Las endiabladas curvas
enlazadas de Maggotts, Becketts y Chapel hacen las maravillas del
público.
Pero hace veintitrés años (hablamos de 1990, un año no demasiado lejano) no existían.
En su lugar había un rápido “triángulo” que unía Copse con la recta del
Hangar. Los años han pasado, y Silverstone ha cambiado tanto que hoy
prácticamente no sólo ninguna curva se corresponde con su original de
1950, sino que poco tiene que ver con el trazado de 1990: Stowe era
mucho más abierta y rápida; igual le pasaba a Club, que nos llevaba a
Abbey, una rapidísima curva muy suave que exprimía al monoplaza a su
máxima velocidad para llegar a Farm Straight. La unión de esta recta con
la de meta se hacía, en sus inicios, con la espectacular Woodcote, una
pronunciada curva a derechas que fue modificada a lo largo de los años:
se añadió una chicane en 1986 para reducir la velocidad, pero al año
siguiente se instaló Bridge unos metros antes, una curva lenta a
izquierdas que en 1991 se convirtió en el equivalente inglés del
“Estadio” de Hockenheim.
Hoy esta rapidísima curva en bajada (donde Giancarlo
Fisichella tuvo su espectacular accidente en 2004) ni siquiera se
conserva “gracias” a la nueva zona Arena. Tampoco Copse es la
misma, pues su radio ha sido modificado en varias ocasiones, quitándole
parte de su encanto. De esta manera nos percatamos de que del trazado de
1990 sólo se conserva la recta del Hangar completamente intacta. Y, aun así, por alguna extraña razón, Silverstone sigue entusiasmando. Por algo será.
EL INFIERNO DE BARRO
Durante los entrenamientos libres del Gran Premio de Inglaterra de
2000, el McLaren de David Coulthard se quedó parado en el césped en la
salida de Chapel por una avería. El piloto y varios comisarios
intentaron sacar el monoplaza empujándolo, pero la transmisión se había
bloqueado y necesitaba la ayuda de una grúa para sacarlo de la peligrosa
zona. Cuando llegó el camión del circuito dispuesto a rescatar el
monoplaza, el barrizal formado por la intensa lluvia le jugó una mala
pasada y sus ruedas se hundieron en el terreno irremisiblemente
ante las carcajadas de los mecánicos de McLaren que, desde el box,
contemplaban la paradójica escena: el rescatador siendo
rescatado por un ejército de comisarios que empujaban el camión.
Mientras, el McLaren tirado quedaba en segundo plano ante el cómico
espectáculo. La bandera roja no tardó en aparecer.
Escenas como estas sólo pueden ocurrir en lugares especiales; quizá a
nosotros nos haga gracia hoy, pero sin duda son la pesadilla de los
organizadores ante una audiencia mundial millonaria.
Entrar, salir o pasear por Silverstone bajo la lluvia era una odisea en el pasado y lo sigue siendo hoy:
los problemas de acceso han desesperado a los aficionados que
finalmente serán recompensados económicamente. No es nuevo: aquel abril
de 2000 los organizadores pidieron a los aficionados que no acudieran el
sábado al circuito debido al colapso de tráfico y a que la gran mayoría
de los aparcamientos (de tierra y césped) habían quedado inutilizados
por las lluvias; al día siguiente hicieron lo mismo. Hubo colas de diez kilómetros, y miles de aficionados se quedaron atascados en la carretera, escuchando la carrera por la radio.
Pero no les fue mejor a los que consiguieron llegar: muchos coches
particulares de los aficionados se quedaron atrapados en los barrizales
de los aparcamientos como el McLaren en Chapel. Un desastre.
EN QUIÉN PIENSA ECCLESTONE
Silverstone tiene aún el sabor de un antiguo circuito, de una Fórmula 1 olvidada entre gradas futuristas,
rascacielos con forma de naves espaciales y escapatorias asfaltadas.
Pero ese sabor cuando llueve se convierte en barro y deja no sólo
nostalgia en los ojos encharcados de los aficionados, sino también
desesperación e interminables atascos. Ecclestone estaba dispuesto hace
once años a acabar con estas situaciones, y declaró: "Es inadmisible
que se produzcan estos hechos. Hay países como China, Rusia, Emiratos
Árabes o Sudáfrica que quieren organizar carreras. Sólo podemos
quedarnos con los mejores circuitos". El dueño de la Fórmula 1, que equiparaba Silverstone a "una obra victoriana que cada año hay que rehabilitar",
no consideraba que el mítico trazado inglés estuviera entre los mejores
circuitos del mundo. Y desde aquel mismo año, los preparativos para
mejorar las instalaciones se iniciaron: "Vamos avanzando, lo necesitamos", comentaba Ecclestone entonces. "Si no, Inglaterra perderá su carrera".
Pero los ciento treinta millones de euros presupuestados se gastaron
en obras como cines, museos o escuelas de conducción, y la autopista y
los aparcamientos quedaron olvidados. La única solución que dieron fue
construir improvisados aparcamientos muy lejos del circuito y montar una
línea de autobuses que llevara a los aficionados hasta el autódromo. El
problema tenía nombre: setenta y cinco euros de billete. Muchos
prefirieron quedarse en casa. El año pasado se remodeló completamente la
zona de boxes y se cambió gran parte del trazado, con una zona
completamente nueva llamada Arena. Una obra impresionante dentro del
circuito que derrochó millones de euros; pero fuera todo sigue igual:
los organizadores pidiendo a los aficionados que no acudan a ver la
carrera por la que han pagado, y reembolsando el dinero a miles de
personas. El resto se fue a casa tras horas y horas de atascos y kilos y
kilos de barro en las ruedas y en las botas. Sin duda las
infraestructuras se pueden y deben mejorar. Porque aunque el espíritu,
el ambiente y la fiesta la ponen los aficionados, y muy pocos como los
ingleses para soportar estoicamente tormentas y condiciones imposibles,
todos tenemos nuestro límite. Cuidar un poco más una afición tan apasionada y fiel no estaría de más antes de que sea demasiado tarde.
UNA ESTRELLA DE CINCO PUNTAS
Como no podía ser de otra manera, las últimas palabras de este
artículo (que en realidad son las primeras en nuestro corazón) van para
María de Villota. Uno nunca ha tenido la oportunidad de conocerla en
persona, pero dicen los que sí que es una gran persona y una magnífica
profesional. Desde que supimos del accidente de la piloto reserva
española de Marussia, ronda por nuestros recuerdos permanentemente una
extraña sensación. Y en cada artículo, en cada noticia, en cada
comentario y en cada frase siempre hay una estrella de cinco puntas
recordando que todos, llevemos cascos, micrófonos o gorras, seamos
aficionados de uno u otro piloto, de una u otra escudería, seamos amigos
o rivales en los foros… Todos somos compañeros, porque todos somos
personas. Y como compañeros que somos, le deseamos la más
rápida, pronta y perfecta recuperación posible. Porque tu verdadera
carrera empieza ahora. Ánimos, María.
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