Odiados y admirados al mismo tiempo. Los ingleses nos echan la pata en muchas cosas. Echemos un vistazo a su gepé
A veces, los hijos de la Gran Bretaña, nos garrochean y
nos miran por encima del hombro. Se creen superiores, nos miran como a
unos palurdos recién llegados y nos meten en el costado… pero no podemos
olvidar que nos llevan medio siglo de ventaja en esto del automovilismo
deportivo. Tomemos nota de varias lecciones de las que deberíamos aprender tras su carrera.
Lesson One:
El público británico es para comérselo. Da igual que llueva, truene, o
les disparen balas de plata francotiradores zombies ciegos de Red Bull.
Los tíos han llenado el circuito hasta la bandera y si las carencias de
las autovías gratuitas de su Majestad la liaron parda
especialmente el sábado, el respetable acabó armándose de paciencia y
acudiendo a la enorme fiesta de la velocidad que es el GP de Inglaterra.
La propia organización ayudó a autojoderse, y se pegó un tiro en el pie
de manera consciente, al pedir por los medios de comunicación que "el que no tenga entrada, que no venga", al más puro estilo Lola Flores y su inolvidable "si me queréis, irse".
Los más valientes echaron poco menos que campo a través, como hicieron Lobatovisión y su peña, y desde que mostraron en su tuister las fotos del camino elegido, Jesús Calleja, el de "Desafío extremo", dice que les va a dedicar un especial, una gala y un DVD de próxima aparición.
En Silverstone, como en casi todos los circuitos ingleses, el
aparcadero de los coches tiene el característico tapizado natural del
vulgarmente denominado "césped" o "hierba", y cuando
caen cuatro gotas el parking se asemeja más a una de esas luchas de tías
en barro que tan de moda se pusieron en las discotecas de costa en los
90, una horterada, por cierto. La que se lió el sábado cuando
cayó la que cayó animó a ir en tractor o cosechadora, pero allí estaban
los paganos, no falló ni uno. Ole por ellos.
A cambio, tipos como El Príncipe de BeckeRosberg salieron en la Q2 a jalearles y montar una improvisada 'ola mexicana' al ritmo del speaker oficial del circuito y una poca de música. Alguien debió investigar si en la lista de participantes estaba
inscrito un tal Noé, un conocido aficionado a los deportes náuticos,
porque los nubarrones que oscurecieron el trazado anglosajón auguraban
un desastre natural de tamaño bíblico en ciernes.
Nos partimos de risa (o de vergüenza ajena) cuando los hooligans,
también ingleses, la lían parda cuando llevan tres cervezas encima, pero
hay otro sector del aficionariado local con el que da gusto tratar y la
familia automovilística es de traca. Les da igual quien gane -siempre
mejor si es un paisano- pero jalean, chillan, animan y gritan al que
gane, y da igual si es guiri, portugués, namibio o incluso de la isla de
Tuvalu, donde la carretera más larga que hay tiene unos 700 metros. Estos
son aficionados al automovilismo, y no sólo a sus ganadores. En el GP
valenciano en el que Alonso fue derribado por Nakajima en la primera
vuelta, mucha gente se marchó… esto en England no pasaría.
Lesson Two:
Los ingleses hacen muy bien una cosa: recordar. Te montan un museo
cojonudo con cuatro recuerdos baratunos y te lo venden como si fuera un
capítulo clave de la historia de la humanidad. Producto de esa alergia
al olvido de la que carecemos los latinos, los colegas han puesto en el podium y en un alarde de conjugación del verbo "agradecer", la lista completa con la firma autógrafa de todos los vencedores de este Gran Premio.
Si has estado alguna vez en el Teatro Kodak de Los Angeles, sabrás
que las columnas del atrio de acceso a la sala principal tienen grabadas
en letras doradas los ganadores de los Oscars de cada edición de los
premios de la academia del cine yankee; en cada columna, un año, y bajo
cada año, sus mejores clasificados. Pa esto los anglosajones son de
cine, nunca olvidan, siempre agradecen. Ahora se agradece.
Lesson Three:
Los GPs no acaban cuando cae la bandera, sino mucho más tarde. La
organización -atentos- ayudó a los asistentes a buscar el mejor acceso
no sólo para llegar sino para irse a través de sus cuentas de tuister,
Facebook, redes sociales, mensajes SMS… sino también para evacuar el
recinto. La tomatina que había montada a las puertas del circuit era de tal calibre que llegar y largarse de allí se tornaba no en tedioso sino en tormentoso (nunca mejor dicho).
Fue la propia organización la que ayudó, de acuerdo con la Guardia Civil
local, a que todo fuese mejor dando pistas acerca de qué trayecto
estaba menos congestionado. Para el público asistente una carrera
empieza desde que se sale de casa, y acaba cuando aterrizas en el sofá
de tu salón. Chapeau.
Lesson Four:
… que es más una observancia que una lección. Las carreras no las
inventaron los ingleses, sino los romanos desde que pintaban de colores
sus cuádrigas, pero fueron los británicos los que sublimaron el deporte,
su afición, la manera de vivirlo, una industria a su alrededor y la
manera que tiene de conjugarlo todo. Cuando nos miran por encima del
hombro, con frecuencia con un indisimulado aire de superioridad, lo
hacen porque ellos pasaron hace más de 50 años por el camino por el que
caminamos el resto, especialmente los mediterráneos, y más aún,
nuestros hermanos latinos del otro lado del charco. No, te me
pongas caliente, sé honesto, en tu país no existen museos de las
carreras, ni equipos de F1, apenas hay pilotos en las principales
categorías de la velocidad, y los técnicos de calibre son una rareza...
en las islas es moneda común.
Sencillamente para ellos somos lugares subdesarrollados en el ámbito
deportivo-automovilístico… y es que llevan razón. Supieron crear la
necesidad, la afición, dar valor al juego de niños que es en esencia el
automovilismo de carreras y finalmente es algo imbricado dentro del ADN
anglosajón británico. Decenas de categorías en una isla que se recorre
en coche de norte a sur en un día mientras que en el resto del planeta
cientos de ellas languidecen o directamente mueren o desaparecen para
dejar -como en mi España de mi alma- un secarral de la velocidad y más
de una docena de circuitos padecen y sudan cocacolazero para ocupar sus instalaciones cada día.
Ay, ¿para cuando estaremos como ellos…? (¿donde está el icono ese que refleja un enorme suspiro?)
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