Mónaco sigue siendo una locura necesaria
Después de una hora y tres cuartos de pelear
contra unos rivales pegados como lapas entre guardarraíles que no dan
tregua durante 78 vueltas, cruzar la línea de meta y dar rienda suelta a
todas las sensaciones acumuladas como un enorme lastre en el habitáculo
es una sensación reservada sólo a un privilegiado al año. Pasan los
años y las imágenes monegascas siguen dando color a este deporte. Mark
Webber es el sexto ganador de la temporada. Y seguro que a él, hoy, no
le importan polémicas ni críticas.
Ni Schumacher ni Alonso han podido hacer historia al lograr una
tercera victoria en Mónaco con tres escuderías diferentes. El español de
Ferrari pudo aprovechar las oportunidades para conseguir el tercer
lugar del podio, pero optar a la victoria era poco menos que imposible
sin la lluvia (con ella, aseguró tras la carrera, habría tenido alguna
oportunidad).
Esta vez fue Mark Webber quien logró convertir en realidad aquella
máxima de que la carrera en Mónaco empieza el sábado, y que quien
consigue la Pole tiene media carrera ganada. Él ha logrado su segunda
victoria en Mónaco, ambas saliendo desde la Pole, la tercera de Red Bull
consecutiva en el Principado. Y aunque se convierte en el sexto ganador
diferente en las seis primeras carreras del año, ha impedido otro récord, el del sexto coche diferente en ganar, pues el RB8 repite victoria en 2012.
La constancia es para Christian Horner la clave para ganar este
Mundial, y asegura que tanto Webber como Vettel y el RB8 lo están
consiguiendo, pese a un inicio difícil. Webber controló perfectamente
desde la salida una carrera en la que estuvo constantemente bajo
presión. Evitar los errores es difícil en esta pista, que no perdona la
más mínima desconcentración, y además acosado constantemente por unos
rivales muy agresivos. Su compañero de equipo, Vettel,
realizó una estrategia arriesgada al montar neumáticos blandos en la
salida y mantenerlos hasta la vuelta cuadragésimo sexta vuelta.
La lluvia habría sido una aliada que le habría dado la victoria
fácilmente. Pero esta no terminó de llegar y el alemán se tuvo que
conformar con el cuarto lugar.
Mark Webber celebra con su equipo la vitoria en el Energy Station de Red Bull
GUERRA FRÍA
La carrera (a ratos entretenida, a ratos tensa, a ratos aburrida) no ha sido tan alocada como en anteriores temporadas. Ha
sido una especie de guerra fría entre los pilotos y los equipos, todos
muy juntos, controlándose de cerca pero sin atreverse ninguno a tacar
claramente en la pista. Se echaron en falta maniobras tan
espectaculares como las de Hamilton el año pasado (aunque quizá menos
optimistas), adelantamientos de esos calificados como "imposibles" pero que de vez en cuando se producen en una pista donde cada adelantamiento es como una perla que hay que saber apreciar.
Este año no ha sido principalmente así, sino una especie de guerra
fría que confirma que hoy la estrategia y los Pirelli marcan la
diferencia. Una diferencia, por otro lado, mínima: los cuatro primeros clasificados llegaron a la meta separados por menos de un segundo y medio.
El pelotón de cabeza rodó pegado como un tren vuelta tras vuelta. La
llegada de la lluvia pudo haber creado un final apoteósico, pero al
final se quedó en una simple llovizna que sólo terminó por arruinar la
carrera de Vergne, pues Toro Rosso fue demasiado valiente a la hora de
montar los intermedios.
Nico Rosberg fue segundo, y aseguró tras la carrera que él tenía el mejor coche, pero no pudo aprovecharlo debido
a la dificultad de adelantar, ni siquiera en boxes. Su podio lo ansiaba
Michael Schumacher (aseguró que estaba en su agenda subirse a él), pues
se tocó con Grosjean en la salida y más tarde sufrió un problema con la
presión de la gasolina. Por su parte, la estrategia y el buen pilotaje
de Fernando Alonso permitió al español alcanzar el podio, al adelantar en boxes a Lewis Hamilton.
Una maniobra estratégica, completada con su buen pilotaje el resto de
la carrera, que le permite liderar el campeonato de pilotos. Massa,
por su parte, contenta a su equipo con un sexto lugar y valiosos puntos
en el campeonato que salvan su difícil y cada vez más cuestionado lugar
en Ferrari.
Mucho más descontento parecía Lewis Hamilton, enfadado con su salida,
su estrategia y su ritmo de carrera, que a duras penas le dejó ser
quinto. Peor le fueron las cosas a su compañero: Button sufrió detrás de
Kovalainen, perdiendo incluso los papeles (algo raro en él) al intentar
adelantarle en varias ocasiones (impresionante su frenada en la bajada
de la Nueva Chicane, donde el inglés de McLaren frenó sobre el piano,
haciendo “bailar” su monoplaza de forma peligrosa y, al mismo tiempo,
magistral). Finalmente un trompo en la zona de la Piscina y pinchazo le
dejó fuera de la carrera.
Lewis Hamilton entre el público
LA PRIMERA MELÉ DESDE 1995
El incidente en la primera curva de Schumacher con el piloto de Lotus
supone la primera melé en Santa Devota desde 1995. Tras 17 años sin
accidentes múltiples (en 1996 Jos Versttapen se estrelló solo contra los
neumáticos), el caos volvió a esta estrecha zona que antaño era un embudo,
pues la curva estaba completamente bordeada de guardarraíles. Hoy
afortunadamente se ha eliminado el jardín que existía en la plaza,
aunque en realidad se desmonta para la carrera y se vuelve a montar
después de ésta, por lo que los monoplazas pueden usarla de escapatoria,
como hizo el ganador de la carrera, Mark Webber. De no ser así, el
accidente habría sido mucho más grave y habría afectado a más
participantes (el propio Mark Webber no habría salido indemne).
El accidente se produjo cuando Hamilton, Alonso, Grosjean y Schumacher se emparejaban en plena salida.
Alonso evitó a Hamilton virando hacia Romain (aunque llegaron a tocarse
levemente), y éste se defendía yéndose hacia la trazada de Schumacher
que, aprisionado contra el guardrraíl, no pudo evitar el toque de su
neumático delantero derecho contra la rueda trasera izquierda del Lotus,
destrozando su suspensión y provocando su trompo a gran velocidad hacia
Santa Devota.
Por detrás los que pudieron aprovecharon, como decíamos, la
escapatoria interior para zafarse del incidente, pero a Kobayashi le fue
imposible, y al impactar las ruedas traseras de ambos monoplazas su Sauber salió gpor los aires (a punto estuvo de chocar contra Button), en un incidente parecido al protagonizado en 1995 por los dos Ferrari de Jean Alesi y Gerhard Berger.
Por detrás, además, Pastor Maldonado se llevaba por delante a Pedro de
la Rosa, que al ver la melé había decelerado prudentemente para evitar
el choque.
Salto de Kamui Kobayashi en la salida del Gran Premio
LA PRIMERA MELÉ LA CAUSÓ UNA OLA DE MAR
Ésta ha sido la última melé en Mónaco, pero la primera curiosamente
no ocurrió en esta curva, tradicionalmente consideraba como un embudo
propicia para los accidentes múltiples, sino en la zona del puerto; y el culpable directo no fue un error de un piloto, sino una ola del mar.
Hay que retroceder hasta el primer campeonato de la historia para
recordar este incidente: cuando el 21 de mayo se dio la salida del Gran
Premio de Mónaco de 1950, el primero de la historia en la Fórmula 1
moderna, Fangio perdió el primer lugar logrado en la Pole a favor de su compañero de equipo, Farina.
El Alfa de Juan Manuel obtenía una potencia mayor a la de los Ferrari
(unos setenta caballo más, alcanzando los 350 a 8.500 revoluciones por
minuto en un corazón de ocho cilindros en línea). Los Ferrari 125F1,
equipados con motores de V12, no podían competer con semejante derroche
de rendimiento, y en aquella época era una desventaja difícil de
recuperar en la pista, así que ninguno de los tres monoplazas rojos que
Ferrari había puesto sobre el asfalto pudo hacerles frente.
Fangio recuperó rápidamente la primera posición y logró librarse de la primera melé de la Fórmula 1: una gran ola sobrepasó el rompeolas y mojó parte del asfalto a la altura de Tabac.
Fangio pudo controlar la situación, pero detrás de él llegaba Farina
intentando no perder de vista a su compañero de equipo. Al tocar el agua
del mar sobre la pista, cometió un trompo, impactó contra el muro y
rebotó marcha atrás, quedando a expensas del pelotón, que llegaba a gran
velocidad. Diez monoplazas se vieron implicados. El depósito de gasolina del Maserati de Froilán González se reventó y esparció su contenido sobre la pista.
El caos bloqueó la estrecha zona, y las asistencias de aquella época
no eran tan rápidas como las actuales, y tampoco había radio para avisar
a los pilotos. Los comisarios tampoco fueron muy prestos, y el coche de
seguridad ni siquiera existía. Por lo que cuando Fangio completó la
primera vuelta y se disponía a realizar la segunda, se dirigía a toda
velocidad hacia la curva bloqueada. Entonces el argentino recordó un
accidente ocurrido en 1936 en ese mismo circuito, y se percató de que el público no estaba en pie viéndole a él,
líder de la carrera, abriendo la segunda vuelta de la carrera. ¿Qué
podía haber en la carrera más interesante para el público que ver al
primer clasificado? Fangio vio las cabezas de los aficionados girados
hacia Tabac, dándole la espalda, y se preguntó qué podría haber pasado.
La barandilla del puerto le impedía ver más allá, y sólo su instinto le hizo pensar que algún accidente grave habría ocurrido y nadie le había avisado.
Entonces deceleró el ritmo desde los 160 km/h a los que rodaba hasta
prácticamente detener su monoplaza justo antes de Tabac, donde los
restos del accidente aún bloqueaban parcialmente a pista. Fangio
efectivamente se encontró con la melé y pudo zafarse de ella por un estrecho hueco
por el que no habría pasado si hubiera ido a gran velocidad. Logró así
su primera victoria en Fórmula 1 tras completar el resto de la carrera
en la primera posición. Son historias que hoy son difíciles de repetir y
que marcan la diferencia entre los buenos y los excepcionales pilotos.
El trazado de Mónaco
LOCURAS Y NECESIDADES
Mónaco es uno de los circuitos que más temporadas ha repetido en
Fórmula 1 desde su creación y también es el trazado que menos ha
variado. Por alguna extraña razón este dinosaurio en forma de circuito de principios del siglo XX sigue despertando una pasión inusitada.
A lo largo de la historia otros circuitos urbanos han ido
desapareciendo del calendario, algunas veces por motivos políticos o
económicos, otras por esa maldita traidora llamada muerte. A Montjuic le pasó en 1975,
y desde aquél terrible accidente de Rolf Stommelen (que dejó sin vida a
cinco espectadores) el trazado urbano español quedó condenado para
siempre. Pero la memoria es extraña, y mientras que para unos seguirá
siendo un recuerdo de dolor y rabia que había que eliminar por su
injustificada locura, para otros es la nostalgia y la añoranza de un
tiempo pasado en el que el deporte se disputaba a otro nivel.
En 2004 el Ayuntamiento de Barcelona señalizó el antiguo trazado como homenaje a un pasado automovilístico que cada uno recuerda a su manera.
No son pocas las concentraciones de coches clásicos que recorren el
antiguo trazado (hoy completamente integrado y prácticamente
irreconocible dentro de la ciudad), rememorando no la muerte y el dolor,
sino el color y la historia de un deporte que apasiona a millones de
aficionados en todo el planeta. Y es que hay peligrosas locuras, como
escalar el Everest, que atraen tanto como aterran, pero que son un
símbolo de superación y valentía.
VIVIR (SIN) MÓNACO
¿Puede vivir la Fórmula 1 sin Mónaco? Ya lo ha hecho: después de la carrera de 1950, la Fórmula 1 no volvió a las calles del Principiado hasta cinco años después.
Eso sí, desde entonces Mónaco nunca ha faltado a su cita con la Fórmula
1. A nadie hoy en día se le ocurriría meter a veintitantos bólidos
diseñados para correr a más de 300 km/h, con infinidad de ingenios
aerodinámicos, con toda la peligrosidad que ello conlleva para público y
pilotos, en unas calles tan estrechas como las del centro de
Montecarlo, sin medidas de seguridad apropiadas, sin la posibilidad de
cambiar el trazado ni ampliar escapatorias… Mónaco debería estar
prohibido si nos atenemos exclusivamente a la lógica: un toque entre
dos ruedas, un coche volando… y un desastre inevitable (véase el terrible accidente de Conor Daly en la GP3).
¿Por qué seguimos disputando entonces carreras en este infierno
urbano? Está claro que el dinero manda. Pero también está claro que si
Singapur, Valencia o Abu Dabi dejaran de celebrar Grandes Premios a
pocos les importaría (como en su día pasó con Detroit o Long Beach,
entre muchos otros trazados urbanos insulsos). Y eso será por algo.
Porque está claro que habrá a quien le guste y quien lo odie, pero al
recordar a Senna rozando las barreras cambiando las marchas manualmente
bajo la lluvia, o a Schumacher derrapar en Portier, o a Hamilton
adelantando donde dicen que es imposible adelantar, o a Alonso atacando
los pianos de la rápida chicane de la Piscina, o a Prost con su Renault
Turbo… Reducirlo todo al glamour y las ansias de ver accidentes
es ignorar una época en la que los circuitos no los diseñaba Hermann
Tilke y no existían escapatorias asfaltadas, y un piloto tenía que permanecer dentro de la pista para demostrar su talento.
En cualquier caso sigue llamando la atención que la polémica entre
los aficionados sea prácticamente inexistente entre los pilotos, pues la
mayoría (por no decir todos) coinciden en que esta es una de sus citas preferidas y representa una de las carreras más especiales del año
(todos valoran ganar aquí más que en ningún otro circuito). Y nadie
mejor que quienes la viven desde dentro para opinar al respecto. Porque
hoy, igual que cuando escribimos hace 13 años aquí mismo, Mónaco sigue siendo una locura necesaria. Y las locuras no se pueden razonar sólo con la cabeza.
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