Durante cuatro horas de carrera, hubo tiempo para la emoción, el enfado y el espectáculo
Ríos de agua. Ríos de asfalto. Ríos de lluvia. Desde cualquier toma aérea, los canales de remo, el Río San Lorenzo, los largos del Parque de San Drepeau y la pista del circuito Gilles Villeneuve se confundían unos con otros: todos parecían torrentes de agua. El clima y sus caprichos. Y, como una máscara que se deshace por la lluvia, el disfraz de robot de Sebastian Vettel cayó como una losa sobre el suelo. Es humano. No es una máquina. Siempre nos quedará la lluvia.
Nos cansamos de ver al coche de seguridad. Nos sentimos timados cuando nos robaron la salida clásica y nos endilgaron una lanzada. Nos enfadamos cuando la realización a penas se enteraba de la mitad de los incidentes y adelantamientos que se producían. Nos echamos las manos a la cabeza cuando Fernando Alonso abandonó. Nos acostamos tarde, muy tarde, sobre todo quienes al día siguiente trabajábamos. Pero presenciamos una de las carreras más increíbles de los últimos tiempos. No será la más emocionante y memorable de la historia de la Fórmula 1 (como efusiva y exageradamente aseguró Martin Whitmarsh), pero quedará en nuestras videotecas como una referencia de que, efectivamente, la Fórmula 1 todavía es divertida. Aunque, la verdad, nos gustaría que hubiera menos coches de choque, menos sobresaltos, y más competición natural entre pilotos. Pero ¿quién puede quejarse hoy?
LA LLUVIA ARTIFICIAL Y EL COCHE DE SEGURIDAD
Es curioso que Bernard Ecclestone esté pensando en instalar aspersores por los nuevos circuitos para que en el futuro se pueda activar una 'lluvia' artificial para añadir emoción a las carreras ¿Para qué? ¿Para sacar el coche de seguridad y la bandera roja a la mínima oportunidad? Estamos completamente de acuerdo en la suspensión de la carrera cuando la tromba de agua convirtió el trazado en poco más que una ampliación de los canales de remos adyacentes, pero el pánico por neutralizar la carrera que tiene Whiting es en muchos casos exagerado. Como el empeño en mantener el coche de seguridad en la pista durante vueltas y más vueltas, que van descontándose del total sin que el público disfrute un ápice.
Es curioso que Bernard Ecclestone esté pensando en instalar aspersores por los nuevos circuitos para que en el futuro se pueda activar una 'lluvia' artificial para añadir emoción a las carreras ¿Para qué? ¿Para sacar el coche de seguridad y la bandera roja a la mínima oportunidad? Estamos completamente de acuerdo en la suspensión de la carrera cuando la tromba de agua convirtió el trazado en poco más que una ampliación de los canales de remos adyacentes, pero el pánico por neutralizar la carrera que tiene Whiting es en muchos casos exagerado. Como el empeño en mantener el coche de seguridad en la pista durante vueltas y más vueltas, que van descontándose del total sin que el público disfrute un ápice.
Un auténtico timo que sale aún más caro a los espectadores de la pista que han pagado entradas que precisamente no son baratas para ver a unos cuantos monoplazas rodar a paso de un coche de calle (por muy deportivo que sea). Si es por secar la pista o preparar los monoplazas, deberían neutralizar el contador de vueltas y el del tiempo de carrera, pues eso ni es una carrera ni son vueltas de competición. Igual que la vuelta de formación no se descuenta del total, este período debería tenerse en cuenta de otra manera, pero no como competición. De acuerdo que el piloto está trabajando, muy ocupado, manteniendo el monoplaza preparado, calentando neumáticos y cambiando configuraciones y demás, pero (una vez más) eso también ocurre en la vuelta de formación. Es necesario un cambio, y pronto.
ALONSO Y SU AMIGA LA MALA SUERTE
"Aún me queda una partida por jugar con mi amiga mala suerte". Los Secretos cantaron al infortunio tratándole como un viejo conocido. Algo así empieza a hacer Fernando Alonso, que volvió a achacar su abandono a la mala suerte. Y no le falta parte de razón. Aunque eso que llama mala suerte podría traducirse como injusticia: la normativa actual es clara, y el reglamento está disponible desde principios de año. Pero cuando llega el momento de ponerlo en práctica se muestran sus deficiencias. Y eso pasó el domingo desde la misma salida; los comisarios declaran la carrera bajo lluvia, y se inicia el protocolo inmediatamente: coche de seguridad y todos con neumáticos de lluvia extrema. Los Pirelli funcionaron en su estreno y nadie tuvo problema. Excepto Fernando. El español no podía rendir igual que el resto del pelotón con esas gomas.
"Aún me queda una partida por jugar con mi amiga mala suerte". Los Secretos cantaron al infortunio tratándole como un viejo conocido. Algo así empieza a hacer Fernando Alonso, que volvió a achacar su abandono a la mala suerte. Y no le falta parte de razón. Aunque eso que llama mala suerte podría traducirse como injusticia: la normativa actual es clara, y el reglamento está disponible desde principios de año. Pero cuando llega el momento de ponerlo en práctica se muestran sus deficiencias. Y eso pasó el domingo desde la misma salida; los comisarios declaran la carrera bajo lluvia, y se inicia el protocolo inmediatamente: coche de seguridad y todos con neumáticos de lluvia extrema. Los Pirelli funcionaron en su estreno y nadie tuvo problema. Excepto Fernando. El español no podía rendir igual que el resto del pelotón con esas gomas.
La salida lanzada, además, restó oportunidades de adelantar a Vettel al no poder aprovechar las grandes arrancadas del Ferrari de Alonso. A pesar de que Fernando sabe como nadie aprovechar las salidas lanzadas, le faltaron algunos metros para ponerse primero. Pero, al no lograrlo, se quedó estancado en el segundo puesto, con un Felipe Massa pisándole los talones mucho más a gusto con los neumáticos de lluvia extrema. Así que, a la primera oportunidad, Alonso montó los intermedios, con los que se sentía mucho más a gusto. Craso error: hacia Montreal se acercaba el Diluvio Universal. Lo vimos en todos los radares posibles; pero Ferrari parece que no. Y eso que el ingeniero de pista de Massa lo sabía y así se lo comunicó por radio. El dilema era complicado en el box, aunque pareciera muy sencillo sentados en nuestras casas: Fernando estaba sufriendo con sus neumáticos y estaba a punto de ser superado por Felipe Massa. Pero la lluvia se acercaba. ¿Cuánto iba a tardar? ¿Merecería la pena esperar? ¿Podía Alonso comprometer su carrera con un accidente o con un toque con Massa? Demasiadas incertidumbres. El octavo puesto cuando se suspendió la carrera fue el resultado de una decisión muy comprometida: parar muy pronto para montar unos neumáticos que no sirvieron de nada. El toque con Button fue algo normal cuando se intenta remontar desde tan atrás en un circuito tan estrecho. De evitar dicho toque, posiblemente hubiera sido Alonso el que propiciara con su presión el error de Vettel en la última vuelta.
HAMILTON EN CRISIS
La mirada de Hamilton no es la misma. Su sonrisa, tampoco. Lewis sabe que está atravesando una de sus peores etapas de su carrera deportiva. Pero no hablamos de resultados; en ese aspecto, ha tenido épocas peores. Hablamos de su moral. De sus sentimiento. De la cantidad de críticas que está recibiendo. Él, el niño mimado de Ron Dennis y McLaren, el favorito y defendido a capa y espada por los ingleses, idolatrado y venerado por casi todo el paddock cuando llegó a la Fórmula 1 y asombró con sus primeras victorias… Ahora pocos sacan la cara por él (su compañero sí es uno de ellos). Y le llueve las críticas. Y no son las palabras de los periodistas las que más duelen; siempre hay detractores entre los informadores. Son las de pilotos como Niki Lauda o Stirling Moss las que más daño hacen.
La mirada de Hamilton no es la misma. Su sonrisa, tampoco. Lewis sabe que está atravesando una de sus peores etapas de su carrera deportiva. Pero no hablamos de resultados; en ese aspecto, ha tenido épocas peores. Hablamos de su moral. De sus sentimiento. De la cantidad de críticas que está recibiendo. Él, el niño mimado de Ron Dennis y McLaren, el favorito y defendido a capa y espada por los ingleses, idolatrado y venerado por casi todo el paddock cuando llegó a la Fórmula 1 y asombró con sus primeras victorias… Ahora pocos sacan la cara por él (su compañero sí es uno de ellos). Y le llueve las críticas. Y no son las palabras de los periodistas las que más duelen; siempre hay detractores entre los informadores. Son las de pilotos como Niki Lauda o Stirling Moss las que más daño hacen.
Hamilton está despertando: creía que siempre llevaba razón; en todo. Hiciera lo que hiciera, se sabía poseedor de la verdad, en todo momento y bajo toda circunstancia. Pero, de repente, dos circuitos se cruzan en su camino: Mónaco y Canadá. Dos Grandes Premios en los que no sólo ha abandonado, sino que ha perdido un buen número de defensores. Y también mucha credibilidad. Hamilton es un excepcional piloto, y aún sigue siendo de los pocos que se atreven a adelantar bajo cualquier circunstancia. Pero estas dos lecciones de humildad podrían hacer mella en su temperamento, en su personalidad como piloto, en su pilotaje. De momento se ha librado de una penalización por conducción peligrosa (que sería la prohibición de correr en alguna carrera), pero ha sido por poco. Aún no lo sabemos, pero podría haber un antes y un después en su forma de ser tras Canadá 2011. Esta lluvia sí que cala los huesos. Y el ánimo.
EL MEJOR ALGUERSUARI
La realización televisiva de esta carrera fue una de las más desastrosas que se recuerdan: nos perdimos la mitad de los incidentes, y de la otra mitad a penas vimos la mitad. No vimos, por ejemplo, cómo comenzó el duelo entre Jenson Button y Fernando Alonso que terminó en colisión. Un accidente muy parecido al que tuvieron Juan Pablo Montoya y Nico Rosberg en 2005: ambos pilotos emparejados por el Virage Senna hasta la tercera curva, donde se tocaron. El final de la carrera fue digno de un guión de cine. Quedó claro que Vettel es humano, y que también comete errores. La presión del endiablado Button pudo con él en la última vuelta. Y es que la psicología juega un papel importante en este deporte. Y si no que se lo digan a Michael Schumacher; el alemán estuvo a punto de regresar a ese extraño lugar que hace tanto tiempo no pisa: el podio. El mejor Michael Schumacher desde su regreso no tuvo una recompensa a la altura, y se sintió abatido tras la carrera. Pero es que la Fórmula 1 no se ha quedado estancada desde su pseudo retirada hace años, y los nuevos talentos (no sólo pilotos, sino también equipos) pisan fuerte. Por último, no queremos olvidarnos de Jaime Alguersuari, que logró su mejor resultado en una carrera de Fórmula 1 hasta la fecha: su octavo puesto sabe a gloria. Seguro que el joven español pronto querrá mejorar su registro. Quién sabe si en Valencia, delante de sus compatriotas.
La realización televisiva de esta carrera fue una de las más desastrosas que se recuerdan: nos perdimos la mitad de los incidentes, y de la otra mitad a penas vimos la mitad. No vimos, por ejemplo, cómo comenzó el duelo entre Jenson Button y Fernando Alonso que terminó en colisión. Un accidente muy parecido al que tuvieron Juan Pablo Montoya y Nico Rosberg en 2005: ambos pilotos emparejados por el Virage Senna hasta la tercera curva, donde se tocaron. El final de la carrera fue digno de un guión de cine. Quedó claro que Vettel es humano, y que también comete errores. La presión del endiablado Button pudo con él en la última vuelta. Y es que la psicología juega un papel importante en este deporte. Y si no que se lo digan a Michael Schumacher; el alemán estuvo a punto de regresar a ese extraño lugar que hace tanto tiempo no pisa: el podio. El mejor Michael Schumacher desde su regreso no tuvo una recompensa a la altura, y se sintió abatido tras la carrera. Pero es que la Fórmula 1 no se ha quedado estancada desde su pseudo retirada hace años, y los nuevos talentos (no sólo pilotos, sino también equipos) pisan fuerte. Por último, no queremos olvidarnos de Jaime Alguersuari, que logró su mejor resultado en una carrera de Fórmula 1 hasta la fecha: su octavo puesto sabe a gloria. Seguro que el joven español pronto querrá mejorar su registro. Quién sabe si en Valencia, delante de sus compatriotas.
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