RABO DE TORO
¿Victoria? ¡No! Un segundo lugar. ¿Conformismo? ¡No! Realismo. ¿Aburrimiento? ¡No! Fórmula 1, como siempre. ¿Calor? ¡Sí! Y mucho: el de las gradas llenas de aficionados que animaban hasta la extenuación. ¿Adiós al Campeonato? ¡No! Hay muchas maneras de disfrutar de él. ¿Paella? Mejor rabo de toro…
Si realmente fuera un toro, Fernando Alonso podría haberse hecho un estupendo plato con el Red Bull de Mark Webber. Pero en realidad el rabo que estuvo a punto de atrapar (y el que más codiciaba) era el del RB7 de Sebastian Vettel. Unas tijeras algo afiladas, un brazo algo estirado y… ¡de cuajo! Muy cerca anduvo el español del toro rojo del alemán, casi tanto como para hacerse una paella de rabo de toro (sí, existen). Mark Webber parece haber caído ya en las zarpas del español, mientras que los McLaren defraudaron masivamente. Hay una presa suelta y muchos cazadores. Pero, de momento, sólo Fernando Alonso le tiene a tiro. ¿Cuándo disparará?
UN SEGUNDO PUESTO DEMASIADO DULCE
Pocas veces hemos celebrado tanto un segundo lugar de Fernando Alonso como este fin de semana pasado en Valencia. Así de triste es la actualidad. Así de dura es la realidad: Sebastian Vettel y Red Bull han creado, desarrollado y consolidado un tándem muy difícil de desarmar. El título se escapa, las nuevas regulaciones no han cambiado nada al frente, Ferrari está siempre a expensas del rendimiento de los compuestos de los neumáticos y cada vez queda menos campeonato. Pero estamos contentos. ¿Cómo es posible? Porque los tiempos cambian y los equipos también.
Pocas veces hemos celebrado tanto un segundo lugar de Fernando Alonso como este fin de semana pasado en Valencia. Así de triste es la actualidad. Así de dura es la realidad: Sebastian Vettel y Red Bull han creado, desarrollado y consolidado un tándem muy difícil de desarmar. El título se escapa, las nuevas regulaciones no han cambiado nada al frente, Ferrari está siempre a expensas del rendimiento de los compuestos de los neumáticos y cada vez queda menos campeonato. Pero estamos contentos. ¿Cómo es posible? Porque los tiempos cambian y los equipos también.
Hace unos años creíamos que cuando Fernando Alonso llegara a Ferrari iban a caer los títulos mundiales unos tras otros. Craso error. Por muchas circunstancias, el objetivo hoy es casi imposible. Es duro decirlo, pero así es: ganar el Mundial sería casi un milagro a estas alturas. La tan cacareada regulación de la FIA para hacer carreras más espectaculares, divertidas y llenarlo todo de adelantamientos ha fabricado, paradójicamente, una de las temporadas menos reñidas de los últimos años: Vettel ha ganado ya seis carreras de las ocho disputadas. Y en las dos carreras que no ha ganado terminó… segundo. Una auténtica apisonadora. El año pasado, a estas alturas, de ocho carreras disputadas teníamos cinco ganadores diferentes. En el Mundial, entre los dos primeros, sólo había seis puntos de diferencia. Y todos sabemos cómo se decidió la temporada: en la última carrera. De hecho, entre 2005 y 2010 todos los campeonatos se han decidido en la última carrera, excepto en 2009, donde Button ganó en la penúltima. ¿Realmente era aburrida la Fórmula 1 sin el alerón móvil y sin Pirelli?
SALIDA "MADE IN ALONSO"
La maniobra de Fernando Alonso en la salida fue increíble, inequívocamente con su sello personal: después de perder dos posiciones, el español logró encontrar un hueco por el exterior, allí por donde nadie se habría metido. Y engañó a Button y a Massa. Y se colocó tercero. Sólo Fernando sabe escabullirse de este modo en medio del jaleo, sin tocarse con nadie, y aparecer casi como por arte de magia delante de todos.
La maniobra de Fernando Alonso en la salida fue increíble, inequívocamente con su sello personal: después de perder dos posiciones, el español logró encontrar un hueco por el exterior, allí por donde nadie se habría metido. Y engañó a Button y a Massa. Y se colocó tercero. Sólo Fernando sabe escabullirse de este modo en medio del jaleo, sin tocarse con nadie, y aparecer casi como por arte de magia delante de todos.
Con Webber en el punto de mira, Fernando se esforzó al máximo por alcanzarle, estudiarle varias vueltas y, cuando menos se lo esperaba, adelantarle implacablemente. Ni siquiera amagó en las vueltas anteriores, seguramente para no ponerle en sobre aviso. Webber no se esperaba que el Ferrari llegara tan rápido en la frenada, y no pudo hacer nada. Las estrategias posteriores adulteraron momentáneamente las maniobras deportivas sobre la pista, como de costumbre, aunque finalmente las posiciones volvieron a ser las que debían ser: Alonso por delante de Webber. Ferrari pensó en intentar adelantar a Vettel, pero finalmente el Red Bull del alemán marcaba un ritmo demasiado competitivo. Entrar en meta a diez segundos por detrás les da energías para volver en Silverstone dispuestos a hacerlos desaparecer. De momento el rabo del toro está a la vista.
RBR Y VETTEL, DESTINADOS A LA HISTORIA
Últimamente no son pocos los amigos o compañeros que antes despreciaban este extraño deporte (que ni siquiera reconocían como tal), los que me exponen sus dudas, perplejidades y quejas sobre por qué unos “don nadie” como Red Bull son capaces de ganar casi todas las carreras. Resulta difícil a un profano explicar el tema de los ciclos en Fórmula 1, cómo a veces unos están arriba y luego abajo. "Sí, ¡pero es que Ferrari es Ferrari!", me contestan como si la Scuderia fuera una especie de dios todopoderoso que debería ganar siempre. "Entonces, ¿para qué celebran el campeonato? Que se lo den directamente a Ferrari cada año", suelo replicar.
Últimamente no son pocos los amigos o compañeros que antes despreciaban este extraño deporte (que ni siquiera reconocían como tal), los que me exponen sus dudas, perplejidades y quejas sobre por qué unos “don nadie” como Red Bull son capaces de ganar casi todas las carreras. Resulta difícil a un profano explicar el tema de los ciclos en Fórmula 1, cómo a veces unos están arriba y luego abajo. "Sí, ¡pero es que Ferrari es Ferrari!", me contestan como si la Scuderia fuera una especie de dios todopoderoso que debería ganar siempre. "Entonces, ¿para qué celebran el campeonato? Que se lo den directamente a Ferrari cada año", suelo replicar.
Afortunadamente, no van por ahí los tiros: la gente de Red Bull Racing ni es nueva ni mediocre. Igual ocurre con Sebastian Vettel, al que ya intentan quitarle mérito con aquello de que "es que lleva el mejor coche y curiosamente el equipo sólo falla con Webber"; dejémonos de tonterías: Vettel es un fuera de serie. Y lo demuestra cada carrera. A pesar de su error en Canadá (y los que vendrán), sigue teniendo un temple especial, sólo propio de los campeones mundiales. Por eso ya está destrozando récords.
A su corta edad, Vettel tiene en su mano la posibilidad de batir a genios como Ayrton Senna o Michael Schumacher, pilotos que en su día también fueron ridiculizados, infravalorados e incluso marginados, tachándoles de prepotentes, niños mimados o meros robots a bordo de coches imbatibles. Pero el tiempo, al final, pone todo en su sitio. Y ni a Ayrton Senna, ni a Michael Schumacher, ni a Sebastian Vettel nadie les ha regalado nada. Dentro de algunas décadas, nuestros sucesores recordarán estos días como los inicios de unos campeones mundiales fuertes, inteligentes, competitivos y sólidos. No seamos tan necios como para perdérnoslo.
AÚN FALTA UN TROFEO VALENCIANO
Sea como sea, el trabajo y el esfuerzo de Fernando Alonso es gigantesco. Estar donde está con un monoplaza notablemente inferior al RBR es algo que sólo quien sabe bien de Fórmula 1 puede alcanzar a comprender. El trabajo se multiplica, el esfuerzo duele hasta la extenuación, pero los resultados son aparentemente modestos, siempre desde el frío punto de vista de la tabla de tiempos. Pero en la tabla de tiempos no se reflejan los nudillos blancos de Alonso debajo de los guantes, el sudor descargado dentro del habitáculo ni los quebraderos de cabeza por ganar tiempo en frenadas imposibles. Por eso este segundo lugar, además delante de su afición, sabe a gloria. Un trofeo más para su colección. Pero todos sabemos que aún guarda el deseo de que sea un poco más grande; que sea el trofeo del campeón. Quizá, el año que viene.
Sea como sea, el trabajo y el esfuerzo de Fernando Alonso es gigantesco. Estar donde está con un monoplaza notablemente inferior al RBR es algo que sólo quien sabe bien de Fórmula 1 puede alcanzar a comprender. El trabajo se multiplica, el esfuerzo duele hasta la extenuación, pero los resultados son aparentemente modestos, siempre desde el frío punto de vista de la tabla de tiempos. Pero en la tabla de tiempos no se reflejan los nudillos blancos de Alonso debajo de los guantes, el sudor descargado dentro del habitáculo ni los quebraderos de cabeza por ganar tiempo en frenadas imposibles. Por eso este segundo lugar, además delante de su afición, sabe a gloria. Un trofeo más para su colección. Pero todos sabemos que aún guarda el deseo de que sea un poco más grande; que sea el trofeo del campeón. Quizá, el año que viene.
SCHUMACHER DEBIÓ SER PENALIZADO
Entre neumáticos, alerones móviles y estrategias, Valencia se sumergió por cuarta vez consecutiva en la Fórmula 1. Ese invento extrañamente llamado "Valencia Street Circuit” (ya se sabe: el inglés vende más que el español) no ha deparado muchas sorpresas: no fue una carrera especialmente llamativa ni por adelantamientos ni por emoción. Aún así, no sólo Fernando Alonso y su increíble rendimiento consiguieron mantenernos despiertos: aunque quieran obviarlo, hubo luchas en el pelotón, adelantamientos y piques bonitos hasta la última curva. Nada que envidiar a otras carreras ni a otros circuitos.
Entre neumáticos, alerones móviles y estrategias, Valencia se sumergió por cuarta vez consecutiva en la Fórmula 1. Ese invento extrañamente llamado "Valencia Street Circuit” (ya se sabe: el inglés vende más que el español) no ha deparado muchas sorpresas: no fue una carrera especialmente llamativa ni por adelantamientos ni por emoción. Aún así, no sólo Fernando Alonso y su increíble rendimiento consiguieron mantenernos despiertos: aunque quieran obviarlo, hubo luchas en el pelotón, adelantamientos y piques bonitos hasta la última curva. Nada que envidiar a otras carreras ni a otros circuitos.
Una vez más, Michael Schumacher dejó bastante que desear: terminó decimosexto, muy lejos de todo. Echa la culpa a su toque con Vitaly Petrov, en la decimoséptima vuelta. Sin él, asegura, habría puntuado. ¿O no? En realidad, no debería, porque justo antes de ese mismo toque, Michael cometió una infracción que quedó impune: pisó la línea que delimita el carril de aceleración de la salida de los boxes. Toda la rueda delantera izquierda traspasó la línea que debería ser infranqueable cuando alguien sale de boxes. Para rematar la faena, Michael obvió el semáforo azul y se llevó por delante al piloto de Renault en la frenada, tal y como él mismo reconoce: "Intenté frenar tarde para hacer la curva con él, pero bloqueé la rueda delantera y le di. Claramente fue error mío". El paso por boxes hizo las veces de una penalización que nadie pidió, a pesar de ser flagrante la infracción.
¿POR QUÉ GRAN PREMIO DE EUROPA?
Antiguamente, el Gran Premio de Europa sólo era un título honorífico que podía usar cualquier carrera en dicho continente. Pero el primer GP de Europa real fue el de 1983, en Brands Hatch. Y no fue más que una improvisación para sustituir al Gran Premio de Estados Unidos, que debía disputarse en Nueva York, (pero que se suspendió tres meses antes de su celebración). Como en esa temporada ya existía un Gran Premio de Inglaterra (Donington Park), la Federación usó esta denominación para poder celebrar dos carreras en un mismo país y año. Una solución que se repitió al año siguiente, con el Gran Premio de Europa de 1984 disputado en Nürburgring –en sustitución de Long Beach–, y al siguiente (1985) en Brands Hatch de nuevo, en sustitución de Dallas.
Antiguamente, el Gran Premio de Europa sólo era un título honorífico que podía usar cualquier carrera en dicho continente. Pero el primer GP de Europa real fue el de 1983, en Brands Hatch. Y no fue más que una improvisación para sustituir al Gran Premio de Estados Unidos, que debía disputarse en Nueva York, (pero que se suspendió tres meses antes de su celebración). Como en esa temporada ya existía un Gran Premio de Inglaterra (Donington Park), la Federación usó esta denominación para poder celebrar dos carreras en un mismo país y año. Una solución que se repitió al año siguiente, con el Gran Premio de Europa de 1984 disputado en Nürburgring –en sustitución de Long Beach–, y al siguiente (1985) en Brands Hatch de nuevo, en sustitución de Dallas.
Cuando México y Hungría regresaron al calendario de la Fórmula 1 en 1986, el Gran Premio de Europa desapareció. Desde 1993 hasta la actualidad –con la única excepción de 1998–, el Gran Premio de Europa se ha disputado regularmente como una carrera más del calendario, y no como un sustituto de otra prueba. Eso ha permitido celebrar dos carreras en un mismo país por temporada, como ocurre actualmente en España. Pero Valencia no ha sido la primera pista en albergar un Gran Premio de Europa, pues Jerez de la Frontera ya lo hizo en 1994 y 1997.
FÓRMULA 1, VALENCIA 85.000
Se rumorea que el señor Bernard Ecclestone –Bernie, para los amigos– está cansado de que en España tengamos dos carreras de Fórmula 1. Y quizá nos quedemos sin una próximamente. Valencia termina su contrato con la FIA en 2014, pero viendo los buenos resultados de público –unos 85 mil espectadores viajaron expresamente a Valencia para ver la carrera– y organización –al propio Ecclestone le encanta la cita valenciana–, no es de extrañar que se renueve el contrato. Ojalá que así sea. Porque es fácil hacer demagogia en tiempos de crisis, y todos podemos asumir una autocrítica sana y necesaria para mejorar; pero de ahí a la egoísta reivindicación del "no, porque yo no quiero", hay un abismo.
Se rumorea que el señor Bernard Ecclestone –Bernie, para los amigos– está cansado de que en España tengamos dos carreras de Fórmula 1. Y quizá nos quedemos sin una próximamente. Valencia termina su contrato con la FIA en 2014, pero viendo los buenos resultados de público –unos 85 mil espectadores viajaron expresamente a Valencia para ver la carrera– y organización –al propio Ecclestone le encanta la cita valenciana–, no es de extrañar que se renueve el contrato. Ojalá que así sea. Porque es fácil hacer demagogia en tiempos de crisis, y todos podemos asumir una autocrítica sana y necesaria para mejorar; pero de ahí a la egoísta reivindicación del "no, porque yo no quiero", hay un abismo.
La ciudad valenciana ha experimentado un crecimiento significativo gracias a esta carrera que, si bien es cierto que acarrea una enrome cantidad de dinero público, es una inversión que repercute en las infraestructuras locales, en su turismo, en los hoteles y restaurantes, y supone una grandiosa publicidad (600 millones de telespectadores en todo el mundo reconocieron en sus hogares las preciosas vistas de la gran ciudad mediterránea, según Jorge Martínez “Aspar”) que muchos querrían disfrutar. Por supuesto que hay mucho donde invertir en una ciudad, mucho que repartir, mucho por lo que trabajar, pero es de extrañar que una copa de vela, un open de tenis o un tour de hípica no acarreen tanto ruido a cambio de tan pocas nueces. Pero ya se sabe: la Fórmula 1 no es más que despilfarro, ruido, contaminación y esas cosas. En resumen: siempre habrá opiniones enfrentadas, pero también siempre será más fácil y cómodo criticar algo que tratar de entenderlo y mejorarlo. Pero al final ¿quién se come el pastel?
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